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  • Foto del escritorRecto Verso | Editor

Poemas de la Pena Negra

EL ENTIERRO ETRUSCO


Los esqueletos quietos en la noche hablan el idioma de los incautos. ¿Qué puedo decir? Te has muerto para siempre, como todos los muertos de la tierra. Te has muerto pero no te has ido. Lento todavía por las esquinas ruge el viento que te vio. Todavía te mecen las horas y los días que te nombran. Te has muerto para siempre sí, te has ido y yo, no lo soporto más.


Apenas te veo en el entierro que tú querías, con la sombra de tu alma, elegante como el paso de un ángel. Dame tú, el tiempo tierno del nenúfar o el olvido del idiota. Dame algo que me quite el hambre y se lleve esta tristeza de hilo blanco, para hacer pañuelos de llanto.

Dame acaso un trozo del tiempo eterno, que dice llevarse la vida rota hacia una muerte nueva. Dame el momento que no me pudiste dar, un rato eterno sin prisas y fresco amor (flor de amianto, suspiro y llanto).


Tengo hambre de tu alma, sin más.


Caminito blanco, llora el perro en su esquina y el faro a lo lejos anuncia su aurora de luz. Ya no me duele ni el dolor. Ya la luna cierra el portón oscuro de tu mirada, tus ojos negros de azabache hechos para el amor, se duermen por las esquinas para siempre... mientras el faro de Alejandría dará un último grito de luz y llanto.


Los esqueletos quietos de la noche hablan el idioma de los incautos. ¿Qué te puedo dar? Te has muerto para siempre como todos los muertos de la tierra, y te has ido llevándote mis recuerdos y dejando un rumor de llanto.


Me quedo con las ganas de decirte que viví del pan de tu mirada y un profuso amor. Con las ganas me quedo, no lo niego.


de "La intención era un verso", 2020-2021 Santiago Calleja Arrabal


imagen de Jesús Lucia y Luizo Vega



LA NIEBLA Y LA ESPERANZA

Éramos la niebla, la luz que salía de un costado: un abrazo. Fuimos mendigos y luego reyes sin reinado para más tarde volver a tierras lejanas. Aquéllas que más tarde abandonamos.


Tomaste mi mano un rato que un año y medio duró y caminamos juntos como lo hacen los enamorados. Temblor, pulso, amor y desmesura.


Eras el muchacho de mis días y yo la luz de una esperanza de selva y azabache envenenado.


Tomamos la parte por el todo.


Viniste para enseñarme el límite fijo de la navaja del dolor. Yo asistí a este curso de amor amargo y dulzor envenenado cual muchacho en el kinder.


¡Cuánto amor! ¡Cuánto amor!


Te marchaste lentamente y te llevaste cosas que ni siquiera eran mías. No sólo amor, no sólo besos velados y agonías.

Te fuiste lentamente llevándote las llaves de mi puerta.

Desde entonces mi alma está abierta, abierta a la alegría.


de "La pasión no tiene quien le escriba" 2018-2019 fotografía de Aurelio Monge



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