LA MAMMA MORTA | de Santiago Calleja Arrabal
No era el miedo un pájaro aterido
entre oscuras paredes,
ni el nocturno chirriar de la madera
o el ópalo radiante de la infancia.
Era el viento un vértigo exquisito entonces,
ante el altar purísimo de mayo.
Tu imagen gastada rezando, sentada en la cama.
La tarde ardía, y tu fe mecía el miedo de estar sola.
Era un mantel de almidonado hilo tu bata,
de ángeles plañendo entre vainicas.
Eras tú, mi madre que abría los cielos y los mares,
a golpe de ensoñación y encanto.
Cuántas tardes el rosario te vi rezar.
Cuántas lágrimas calladas secaron en tus labios.
Y al preguntar, siempre lo mismo:
“Hijo, qué quieres, son cosas de adultos”,
y mentías disimulando.
Así era mi madre;
abriendo su libro de prodigios: “preciosidades”, decías.
Y era tu voz tan clara como un trozo de espejo
clavándose en la almohada.
Y esos versos que leías,
aprendidos de memoria, nunca olvidados.
Los hermosos ojos de extremada dulzura,
abrumados por las penas y algún secreto ruiseñor.
Nunca Poe, ni Bécquer ni el mismísimo Lorca,
pudieron compararse a la voz de mi madre,
recitando piadosas y elevadas plegarias
para el olvido de los ángeles.
Julia de Burgos,
Puerto Rico
Julia Constancia Burgos García (17 de febrero de 1914 - 6 de julio de 1953 —39 años, fallece de neumonía—), conocida como Julia de Burgos, nacida en Carolina, Puerto Rico es considerada por muchos críticos como la más excelsa poetisa nacida en Puerto Rico. Fue también partidaria de la independencia de la isla. Fue una reconocida feminista.
Julia de Burgos, además de mostrar el sentimiento de amor en sus poemas, también estimuló en las mujeres la liberación femenina. Julia de Burgos fomenta en sus años la verdadera mujer puertorriqueña a través de sus poemas donde plasmó los problemas de las mujeres de su país. Con una voz de rebeldía y feminista escribió obras que iban en contra de la norma de la sociedad y los convencionalismos de su época.
DADME MI NÚMERO | de Julia de Burgos
¿Qué es lo que esperan? ¿No me llaman?
¿Me han olvidado entre las yerbas,
mis camaradas más sencillos,
todos los muertos de la tierra?
¿Por qué no suenan sus campanas?
Ya para el salto estoy dispuesta.
¿Acaso quieren más cadáveres
de sueños muertos de inocencia?
¿Acaso quieren más escombros
de más goteadas primaveras,
más ojos secos en las nubes,
más rostro herido en las tormentas?
¿Quieren el féretro del viento
agazapado entre mis greñas?
¿Quieren el ansia del arroyo,
muerta en mi mente de poeta?
¿Quieren el sol desmantelado,
ya consumido en mis arterias?
¿Quieren la sombra de mi sombra,
donde no quede ni una estrella?
Casi no puedo con el mundo
que azota entero mi conciencia...
¡Dadme mi número! No quiero
que hasta el amor se me desprenda...
(Unido sueño que me sigue
como a mis pasos va la huella.)
¡Dadme mi número, porque si no,
me moriré, después de muerta!
Silvia Cuevas Morales, Santiago de Chile
(Madrid, 2019)
Silvia Cuevas-Morales. “Apátrida: Diario de un destierro”. Editorial Lastura, 1º Ed., 2017, 2ª Ed., 2018.
HOMENAJE (poema)
-A las mujeres mancilladas por las dictaduras: a los hombres y los niños, niñas, ancianos; también mancillados o asesinados impunemente por esas dictaduras.
-A las mujeres de Calama, en Chile,
-A las madres de la plaza de Mayo de Argentina,
-A las Víctimas de “las manadas”
-A las muertas por malos tratos.
-A todas ellas, va dedicado este Homenaje.
(poema)
Por los desaparecidos en cal viva,
por las aves sin alas, arrojadas al mar.
Por las jaulas sin ventana,
por las capuchas ensangrentadas.
Por la dignidad de las madres,
que ellos llamaron “locas”.
Por las mujeres que jamás parirán,
cuyo sexo fue mancillado a golpe de voltios.
Por los esclavos en grilletes,
por los niños emblanquecidos en pila bautismal.
Por la memoria de los que yacen en cunetas,
por las cabezas rapadas y las manos vacías.
Por ellos y por ellas,
escribiré sin perdón,
hasta que desde el fondo del olvido,
broten, todos sus nombres.
Gloria Fuertes, Lavapiés, Madrid
Gloria Fuertes
Poeta de Guardia (1917-1998)
Ya creo que lo he dicho todo
Y que ya todo lo amé.
G.F.
(Tres poemas)
AL BORDE
Soy alta;
en la guerra,
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y (sí) aquí estoy, durmiendo al borde,
al borde de despertar.
¿NACÍ PARA POETA O PARA MUERTO?
Nací para poeta o para muerto,
escogí lo difícil
—supervivo de todos los naufragios—,
y sigo con mis versos,
vivita y coleando.
Nací para puta o payaso,
escogí lo difícil
—hacer reír a los clientes desahuciados—,
y sigo con mis trucos,
sacando una paloma del refajo.
Nací para nada o soldado,
y escogí lo difícil
—no ser apenas nada en el tablado—,
y sigo entre fusiles y pistolas
y (sí) aquí estoy durmiendo al borde.
AUTOBIOGRAFÍA
Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida, muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
A los quince se murió mi madre,
se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores,
—no digo nombres—,
gracias a eso, pude sobrellevar
mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta,
—pero Dios y el botones saben que no lo soy—.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos, una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.
MI DERECHO A SER… (un monstruo)
Para Susy Sock, Buenos Aires, Argentina (1968) por Santiago Calleja Arrabal
Ahora la casa se ha quedado sola.
Se acabó el vino y la cerveza:
el humo incómodo
y los modismos.
Ahora, la casa se queda sola
y acoge a mi alma, sola también.
Sí, reivindico mi derecho a ser un monstruo…
y que otros sean “lo normal”.
Quiero mi derecho a ser la única versión posible,
de mi lectura:
la que me define.
la que me asusta,
aunque sea digna.
Mi derecho a ser un monstruo.
Lo reivindico porque me urge,
me pertenece: me define.
No más ciencias inventadas.
No más tratados del correcto obrar.
Sé qué es lo correcto, porque no hiere a nadie.
No daña. No impone…
Ser solamente mi “yo soy” metafísico.
Mi derecho —negado—, a sentirme distinto.
Ser otro; ser yo.
Un ser imperfecto y feliz,
porque no están disociados.
Ellos y ellas saben;
aquellos que manejan en el cuarto de máquinas,
que tienen los días contados.
¡Un monstruo...!
Hecho de aquello que yo quiero para mi vida
y que reafirmo al decir:
“yo soy el que yo soy”.
Sí, reivindico
mi derecho
a ser un monstruo.
Mabel Escribano,
Barcelona
GUARDAR LA NOCHE
De vez en cuando
—muy de tarde en tarde—,
juego a desmontar la noche.
Quito las estrellas
ahuyentando a los díscolos luceros.
Sola frente a ella
sonrío desnudándola lentamente
doblando con mimo el negro satén
que la envuelve haciéndola hermosa.
La dama blanca, al verse sin vestido
se torna rojiza corriendo tras el sol
semidormido, recién caído
de la cama del horizonte
sin bañarse en el mar
despeinados sus rayos
alcanzando las cimas
con un piolet de la horas
subiendo a trompicones
por un cielo de atrezzo desmontado.
De vez en cuando
intento ser una pequeña diosa
por saber, a qué sabe
dejar desnudo el cielo de una noche
como aquellas otras en las que
—muy de tarde en tarde—,
sentí, como hoy
ahogarme de tristeza.
DE TI y DE MÍ
Tú sabes y es cierto
que de una rara manera
te toco sin tocarte
avariciosa de todo lo tuyo
que abarca mi tacto,
apretando tu piel hasta fundirla
haciendo de mis manos, voz,
de mi voz, gemido,
de mi gemido, grito...
de éste....
¡cuerpo ardiente en deseo!
De ti y de mí
escapa el fuego
temeroso de quemarse.
MI AMIGO, EL POETA
Mi amigo,
ése que llamaban “poeta”
arengaba sobre la libertad,
y además, —con gran inocencia—,
creía en ella.
¡Cuantas veces paseando,
quise quitársela de encima!
¡Que no Miguel, que la libertad,
sólo existe para matarse, y eso,
si tienes suerte y te matas a la primera,
porque igual te quedas parapléjico y
lo empeoras!
Pero él se creía lo que decían otros hombres
que él decía, eran más grandes.
Y no los hay más grandes que otros,
los hay más estúpidos
más fieros,
más listos,
pero mas libres o más grandes
—salvo en tamaño—,
no los había, ni los hay.
Mi amigo decidió viajar,
conocer era hacer cultura,
pero sólo hizo más amplio
el mapa de la miseria.
Los que habían escrito los libros
sobre la libertad,
murieron presos en sus camas,
de sus virus, sus miserias
y sobre todo, de las libertades
que no habían dejado ejercer a otros.
Me escribió una carta desde Guatemala:
“Mi niña, que me mintieron, y aquí
no han reconstruido nada”.
Y la tinta corrida por el llanto,
y nada más
y nada menos
y la libertad en una botella
de una cosa llamada pisco.
Mi amigo, ese que llamaban “poeta”
lo vieron mis ojos tirado borracho,
en el Portal del Ángel.
Quise levantarlo,
me miró desde su alcohol,
lanzándome una bofetada de espanto,
quiso que me fuese,
“Sólo tengo libertad para morir”.
me gritó, viendo cómo me alejaba llorando.
Murió en la calle,
después de pegarme con su libertad
escrita en la mano.
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Gracias,
Santiago Calleja Arrabal
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