Todas las cosas fingidas caen como
flores marchitas, porque ninguna
simulación puede durar largo tiempo.
Cicerón
Oigo el rumor del mundo atravesar mi ventana.
Afuera todavía pasa la vida
ruge el destino
urde su tela la araña.
Todavía la esperanza es la suerte de no saberse,
no encontrarse, no reconocerse en la pétrea mirada.
Hay días en que no quiero saber quién soy.
Esos momentos transcurren a costa
de un exceso de conciencia, mañana.
¡Mis pequeñas expresiones!
Son como gotas de ontológica esperanza.
El arte de desdecirse, de duplicarse
o sumergirse en la soledad más absoluta.
Edificar el mundo a mi pesar.
Pensar el sentido de aquello que es pura quimera
no es un trastorno reciente.
Siempre anduve en las nubes bajo un aspecto
de lince encantador.
Tu compras milongas que mis dedos
picotean en tu frente.
Me interesa lo caduco por venir,
aquello que vaticina su triunfo.
Me seduce saberme en los andamios del pensamiento.
Tejiendo y descifrando las urdes del significado.
No por ello —y sí a mi pesar— la lírica se escapa
entre mis manos.
Toda reflexión es propia de idiotas.
¡Dejémosles todo! La indiferencia no habla y ofende.
Lo caduco por venir no debe asustarnos
pues sólo las cosas serán lo mismo
fingiendo ser lo otro.
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