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  • Foto del escritorRecto Verso | Editor

CAER DEL TIEMPO

Cuando se hundieron las formas puras

comprendí que me habían asesinado.


Cuando el metal cortó la carne fría,

un beso quemando de carótida y prodigio,

se hundió tenaz en mi garganta

como una mortaja de saliva.


Entendí entonces,

la delicia ignota

de un final distinto.


Y tú ya no estabas.

Apenas un haz de luz

parecido al deseo, quedaba.


—Caer del tiempo;

sangrar el alma—.


La esperanza temprana,

adiestrada la palabra.

Verter entonces oro y mirada

en el cáliz húmedo de tu boca.

Pero tú… Tú ya no estabas.


Un abrazo y el asombro de un amarte

acaso se parecen.


—“Caer del tiempo;

sangrar el alma”— (repite el viento).


Se dirá de ti que fuiste Epicuro;

de mí, un esclavo unido al mástil

de tus patrañas. Sin cítaras,

sin lírica: sin nada.


Pero de eso, del amor que sostuve,

nada supo el tiempo. ¡Caer!

Sí, de caer, de pasar… de eso no queda nada.


—Caer del tiempo;

sangrar el alma—.


Pasos fríos; telón lento.



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