Y te verá venir el alba con el rocío y la brisa que llega del norte que entonará tu voz, como remanso de paz y revuelo en tequila.
Un beso mi llorona. Tú, que sabías de soledad y simiente en desvelo y despedida, y ser una dama en un mundo sin duende —sólo de hombres—.
Te me bebiste la vida como aquel tequila que dicen tomabas sin control. Tiremos la primera piedra, aunque sólo sea por respeto, quien esté libre de pecado. ¿Qué duende tenéis los grandes que al marchar todos se acuerdan más?
Todo sea por los años que transforman las horas de brisa y música, en horas de conciertos. Cada arruga en tu rostro es una nota que nos sabe a sal y nos da miedo.
Nunca vimos el espejo tan cerca, como en la luz de tus canciones. Porque tú no te fuiste todavía… Porque te irás de verás como dijiste: “cuando me de la gana”.