Queridos celos, trae la inspiración otra vez a mí.
Si al menos abriera los ojos, serías útil y podría culparte.
No sé querer, apenas amo.
No como tú dictaminas.
No conformar mi sombra con tu imagen,
Me lo tengo dicho... y te aún sigo soñando.
Cortesía de un estúpido, se diría.
Tu sombra con mi alma, se hablan.
—Esto sería una canción—.
¡Queridos celos! Déjame volver a amar.
¡Déjame no caer donde otros se crecen!
Soy celoso, acaso inhumano.
Cuando vienes a verme
aleccionas y diriges: me atribuyes.
¡Déjame volver a amar!
Celos, celos… lejos del tiempo, cerca de él.
¡Celos! permíteme oír su música.
Déjame volver a sentir, volver a reír…
¡Celos! dime dónde se acaba tu dominio:
Lección aprendida, telón lento…
Queridos celos,
tú que conoces cada latido de mí,
¿Por qué me sigues todavía?
Es tiempo para ti de huir, vacío ya de mí.
Hazlo, pero hazlo ya.
Deja mi alma limpia,
limpia, para un amor a estrenar.
Queridos celos…
tú que sabes todo de mí,
¿Por qué me sigues todavía?
Entra y te daré lugar en mi mesa.
¿Qué más precisas de mí?
Con la certeza de lo que está
perfectamente previsto… Soy de ti.
Sin saber amar, sin deber amar;
sin poder amar.
¡Celos! deja que la música regrese mí.
Deja que se cumpla su mandato: lo certero por venir.
¿No ves cómo se muere el Universo en lo posible?
Lo posible en lo imprevisto.
Lo merecido en lo tangible.
Lo certero en tu recuerdo.
¡Celos, celos! tan lejos, tan cerca.
Con la prudencia del bosque,
pero sin rayo de luna...
He creado para ti una casa en ruinas,
un corazón desolado, un alma intacta:
amigos que te delatan.
A tu regreso yo no estaré.
Dejé una culpa limpia después de usarla,
un laberinto incierto y una multitud que abraza.
Yo, sin ganas ya, de palabras, ni de farsas.
Soy culpable igual que tú,
de torpeza y pobres palabras.
Lo sé. Me lo dijo la bruja del Borne, otra vez.
Lo mismo sólo es lo mismo; fingiendo ser lo otro.
Imagen de Aurelio Monge
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