Quiero el pálpito de las cosas
que carecen de explicación lógica,
las cosas del corazón.
De aquellas huérfanas de razón:
de historias de amor que se nutren
de una efímera belleza.
Ser y no ser a la vez, es posible.
También la esperanza o la pasión, lo son.
El amargo desespero de saberse
en boca ajena a quien amas
y no poder a abrazar su cuerpo.
El mundo se parece
a sí mismo en todas partes.
Todos lloran aquí, también ríen algunos.
Igual allí, lo mismo que aquí…
Dentro o fuera del laberinto,
el amor pasa con sigilo
y traza con fuego lento
un relato que lleva un nombre,
que no se repetirá.
Costumbre siniestra del destino,
de hombres y mujeres
de jóvenes y de ancianos
de todos por igual,
bailando este frenesí de puro existir
de mera existencia, diría…
Y es, por el pasar de las cosas que pasan,
que olvidé fingir, y no pude.
Olvidar tu efímera sonrisa, no quise.
Tampoco hoy, el amor se parece a ti.
Mas tuve tu beso de finitud
rozando mis labios,
y tu mirada de pura distancia
ahogada en esta lejanía, difusa,
tan lejos y tan cerca de mi pasado.
Pasaste, con el pasar
de las cosas efímeras y bellas.
Te debo la gracia de mi corazón
y el latir renovado de esta esperanza.
— ¿Qué es efímero?—, preguntaste.
—Es tu mirada sobre la mía—, respondí.
Donde el pasado duerma;
jamás lo moleste la gloria.
Imagenes: sin permiso de autor.
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