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  • Foto del escritorRecto Verso | Editor

EL ARTE DEL BESO FRANCÉS (Et in Sodoma ego)


Todos me piden que sea otro. No lo dicen así, tan burdamente. En apariencia no me reprochan nada y pareciera que yo les gustará tal y como soy. No les molesto y a veces hasta me alaban, me llenan de lisonjas —un tanto envenenadas—, pero yo veo allí, en el fondo de frases y gestos, en lo vacuo de sus sonrisas cómo se esconde un golpe de censura.

Es evidente: no les gusta. De ninguna manera puede gustarles que, no siendo ciego, camine como si no existiera el camino. Y tropiece con tantos muros, y lo mismo avance que retroceda: pues, eso es la libertad y ese es el camino.

No les gusta que no sepa la razón de nada, que no explique, no aclare misterios y cuando trate de hacerlo, les muestre el espejo de su falsa egolatría, de su estúpida mirada.

Pero tú, “maltés francés”, índigo de mi alma; cállalo. No les digamos nada. Pues el arte del beso francés no se hizo para sus labios. Llorando están cuando, en verdad, quisieran aplaudir porque no pueden besar sin zozobrar en la nada.

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