La noche que tiembla en tu pecho.
El sol que emana de entre tus alas
y tu voz, como un ronco suspiro,
arañan mis esperanzas
y ofrecen caprichos recientes
a la memoria.
Sé que un día tú te irás.
Tú, mi infinito particular…
Mi ladrón de tiempo,
mi paño de lágrimas:
la miel más deseada.
Otra vez sólo: ¿pensabas en mi acaso?
Fortaleces mis resortes
con el fulgor de tu alma.
Apenas un movimiento,
acaricio tu carótida tibia.
Pronuncias una palabra
y resumes el mudo en tu almohada.
Rondas el universo;
barajas las esperanzas.
Mientras, esperas que te crea,
que juzgue tu destino,
que devuelva las promesas.
¿Cómo hacerlo?
En el amor nadie se salva,
mas, todo se consume con empeño.
Imagen por Luizo Vega
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