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  • Foto del escritorRecto Verso | Editor

LA MAMMA MORTA | a mi madre, María Josefa Arrabal | Gabriel’s Oboe


No era el miedo un pájaro aterido

entre oscuras paredes,

ni el nocturno chirriar de la madera

o el ópalo radiante de la infancia.


Era el viento un vértigo exquisito entonces,

ante el altar purísimo de mayo.

Tu imagen gastada rezando, sentada en la cama.

La tarde ardía, y tu fe mecía el miedo de estar sola.


Era un mantel de almidonado hilo tu bata,

de ángeles plañendo entre vainicas.

Eras tú, mi madre que abría los cielos y los mares,

a golpe de ensoñación y encanto.

Cuántas tardes el rosario te vi rezar.

Cuántas lágrimas calladas secaron en tus labios.


Y al preguntar, siempre lo mismo:

“Hijo, qué quieres, son cosas de adultos”,

y mentías al decirlo.


Así era mi madre;

abriendo su libro de prodigios: “preciosidades”, decías.

Y era tu voz tan clara como un trozo de espejo

clavándose en la almohada.


Y esos versos que leías,

aprendidos de memoria, nunca olvidados.

Los hermosos ojos de extremada dulzura,

abrumados por las penas y algún secreto ruiseñor.


Nunca Poe, ni Bécquer ni el mismísimo Lorca,

pudieron compararse a la voz de mi madre,

recitando piadosas y elevadas plegarias

para el olvido de los ángeles.



*Nota del autor: “Este poema es el contrapunto al resto del libro; el detalle que matiza qué es y qué no es, Sodoma. Aquí sí hay lugar para el corazón.”

Juan Claudio Álvarez

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