Querías saber la verdad aquella tarde.
Ebrio de cerveza y desespero estabas. Yo debía aleccionarte sobre lo noble y lo correcto, sobre algún distraído exceso tal vez: jugamos mal nuestras cartas.
Tú, tenías mujer e hijos y el peso de tu conciencia te sometía.
La cerveza no pudo darte el salvoconducto hacia tu noche desenfrenada. Yo, cansado de aleccionar, decidí tomar el camino hacia mi casa.
— ¿Por qué dejar vencer a un falso deseo? —, pensé.
Eras tan débil como un niño y después de mucha, mucha cerveza;
la luz te iluminó y el juego terminó. Eras hermoso, lo admito...
Yo regresaba y tú, aún no te habías ido.
de "La intención era un verso", 2020
imagen de: Juan Ignacio Raimondi
Rosario, Argentina
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