He nacido del lado de los números impares.
Donde una brújula sin norte apunta un sur sin destino.
No sufro. ¡Nada me importa!
Asustar al miedo con mi sombra es mi camino.
Dejarme hablar tras una ignota copa.
Eso tiene ser impar: preludio para un idiota.
No me entiendan mal, hablo del frío y el viento,
Acaso también del mar… o por lo menos, lo intento.
Nacido al lado de un olvido.
Ser el raro, incomprendido.
No me asusta, ni sienta mal:
¡es mi destino!
Después de la última copa,
me preguntas si se nota.
¿Ser diferente? ¡Se nota!
Como la sombra sobre el tapiz de un esqueleto.
Lo raro asombra, asusta y gusta,
porque dispensa de pensar.
¡Ese, sí!
También él vive como un cuadro descolgado,
torcido, sin marco —sin firma de autor—,
sin referentes soñados.
Nacer del lado de los números sin par,
es querer ser el viento.
Y lo mismo que allí, aquí será.
Lo mismo será subir abajo que arriba bajar.
Cuando lo que importe sea el Ser:
no habrá olvido, ni perfidia.
¡Sí! Nací del lado descolgado,
sin triángulo equilátero,
sin cuadratura de círculo.
Es por ello que no me salen los números.
Me descuadra el balance de mi alma…
¡Necesito a un contable!
Que ponga orden y sentido.
que ordene los cajones de mi casa.
que abrace mi cuerpo en la cama.
Porque, nacer del lado de lo impar
implica tesón, ciencia y desmesura
y una noble encarnadura.
Cualidades que me sobran.
Y además tú ya lo sabes.
Es por ello que señalan mi vida
con un dedo acusador,
con lenguas de culebra envenenada.
No saberme cierto les molesta e incomoda.
Yo, me rio de ello. ¿Culpable? no soy de nada.
Ese juicio es incorrecto.
Estoy ya donde estuve; colgando de mi epicentro.
No me pidáis otro acierto. Me celebro y me canto
Tal cual soy: limpio, santo, varón; lleno de encanto.
Porque vivir del lado de los números impares,
implica valor, una luz sin certeza y un alma sabia.
Sí, también yo, nací del lado de lo ingrato.