Ya en el jardín, leyendo las horas muertas
de un pasado errante (que no errado),
al preguntarme si fuiste tú o yo acaso:
dejar pasar todo pecado se impone.
—“Yo no sé hablar como tú”—, explicabas.
Entonces todo lo comprendí:
porque en el pasar de las horas que pasaron
está la enseñanza; que el tiempo todo lo aclara.
Que el dolor se alarga y dilata, que no mata.
Ya en mi jardín, metafórico lugar inexistente,
donde palpita mi alma con tu frente y mis sueños
se enredan con el viento, en ese nacarado lugar;
presuntos amigos visitan mi cama
llenándola de lisonjas oxidadas.
Yo insisto sin el menor pudor
que es a ti a quien busco entre sus cuerpos.
Que son tus abrazos los que pruebo en los suyos.
Pero ellos jamás lo creen.
Ni tan sólo escuchan a la pasión
que esconde la verdad oculta.
Que no será desvelada, pues ellos a su vez,
aquella “primera vez” buscan en mí, también.
No sabemos más que antes, sino distinto a lo que fue.
Imagen de Ignacio Lapin de Luna
Del libro: La pasión no tiene quien le escriba, 2018
Texto, voz por S. Calleja, música por Adele
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