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  • Foto del escritorRecto Verso | Editor

SANTO VENENO (nuevo)

Cuando eres joven y encuentras inspiración

allí, donde otros pierden el rumbo.

Cuando todo es bruma y alegría:

núbil inocencia, incierta –diría–.

Ahora, veo el tiempo

colgado de los tejados,

loco y suelto: impoluto e innecesario

—mal que nos pese—.

Y pienso qué quisiste decir al decir:

“Cuando estemos aburridos…”.

Oigo en silencio el goteo

torpe de los relojes.

Y el tiempo se quedó pegado,

colgando de mis sueños.

¡Déjalo!

Deja lo nuestro

para cuando nada importe,

para cuando estemos aburridos:

solos, lentos, distraídos;

sin tóxicos en el alma.

Yo también,

desde mi inocencia nueva,

me dejo llevar por el corazón.

Tú, hoy no lo recuerdas.

¡No! Yo no soy cool.

No veraneo donde tú.

Me cansa tanto glamour…

Cuando eres joven y encuentras inspiración

allí, donde otros pierden su tino.

Cuando todo es bruma ignota, sin timón,

sin rumbo fijo: núbil inocencia incierta.

Para entonces ya estarás muerto:

muerto en vida.

Y habrás regalado el alma

al vacío, y con él, no habrás hecho nada:

nada para el mundo.

Tocarte por dentro, besar.

No hay nada ya; del aire soy.

Sin nadie se viva bien, tal vez…

S.O.S en futuro: una fuga, una parada.

La duda que nubla

y transmuta el sentimiento.

¿De quién?, dime.

Ese cielo, ¿de quién?

Riégalo con un alma nihilista,

un miedo milimétrico y alquimista,

un cielo estúpido de cuervos locos:

un cielo sin almas, terco y sin páramos.

“Sí, el miedo lo puede todo”, argumentas.

Nada es lo que ves.

Nada tengo yo que ver,

si confundo la distancia que me das.

No soy ya la sombra

de lo que antes fui.

Yo no tengo quien me escriba

con el pulso del amor.

Ahora cierro nuestra herida

con el pulso del rencor,

y la sello, con el asco que me das.



Juan Ignacio Raimondi, Rosario, Argentina

(Imagen)

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