Me gusta la vida que dejaste, acompasada y terca, revuelta de loca ensoñación y migajas de realidad. Me gusta ya no encontrarte en mi cama cuando me marcho al trabajo, no pagar tus facturas. No recibir tu correo, ni limpiar los pelos que dejas en la ducha: ¡eso me gusta!
Del olvido y la felicidad ya ni me acuerdo: el dolor y el odio se fueron disipando, como la voz y el eco que los repite. Soy la piedra que se lanza al río y se la lleva el agua. Un canto rodado, un buscador de luz y pedernales.
Eso sí, me compré unas zapatillas nuevas y un hatillo:
¡Me han dicho que con eso basta para ser feliz!
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