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  • Foto del escritorRecto Verso | Editor

EL OROPEL DEL ORO


Considerarse conocido de Dios,

buscar su complicidad y su beneplácito,

despreciar todos los naufragios o regalos del alma;

todo los salmos que nos aguardan y nos acogen

no es, ni satisface plenamente,

las malas inclinaciones.


Es más, siendo lícito,

carece de un auténtico desempeño.

Todos nos vemos conmovidos

y sorprendidos por un vacío

que urge ser llenado de significado.

No gusta la torpe soledad del proxeneta,

el inútil dolor del desdichado:

el alma ahogada de aquel que busca el amor

y no lo encuentra.


Torpeza tras torpeza,

Dios accede a tomar de nosotros aquél afán,

sin voluntad de ser apreciado allí arriba.

Sin la certidumbre de gobernar de cierto

nuestra fe inconclusa.

Él, la toma entre sus manos,

en una mansedumbre irredenta.


El amor llegará más tarde… ¡si llega!

El privilegio de ser conocido por Dios

puede parecer insuficiente para algunos,

mas no el oropel de mi afán por Él.


A lo peor, el único afán con verdadero significado.


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